miércoles, 6 de diciembre de 2017

LA POLARIZACIÓN EN COLOMBIA Y EL PELIGRO DE LA OCLOCRACIA



Por: Jorge Arturo Abello Gual.

Luego de estudiar un poco el conflicto social que generó en España el intento independista de Cataluña, me encontré con un fuerte debate en relación con la reconstrucción y unificación del sentido nacionalista español en Cataluña. Luego de la intervención del Gobierno español en Cataluña, y la convocatoria a unas nuevas elecciones, las consecuencias económicas y políticas del movimiento independista catalán, dejaron a una región próspera y altamente productiva, en un desgobierno, en una crisis de incertidumbre política, y en un problema social muy complicado, porque luego de la intervención, persiste el deseo o anhelo de la independencia en la mente de muchos catalanes. Por esta razón, muchos hablan de incentivar el sentido de unidad y la reconstrucción de una confianza que permita la unidad nacional y evite más conflictos.

Dentro de este conflicto, económico, político, social e histórico que llevó a Cataluña a un referendo por su independencia, la sociedad española, El Rey, el Gobierno y la Justicia, ha señalado como responsables a los dirigentes políticos de Cataluña, a los cuales ha destituido y le ha iniciado juicios penales por rebelión.

Dentro del estudio de lo que está viviendo hoy España, me llamó mucho la atención varias frases utilizadas por el profesor José Manuel Roldán, quién hace dos referencias históricas importantes para analizar el problema de Cataluña y que pueden ser aplicables a Colombia, especialmente en la polarización que ha generado el acuerdo de paz de la Habana.

El primero, señaló el fraccionamiento que generan las regiones autónomas, como Cataluña:

“El gran problema de España, como el resto de los países de su entorno, es la insolidaridad. Y aquí particularmente, el gran problema es el Estado de las autonomías. El sistema, en lugar de ayudar a un desarrollo más armónico de las regiones -regiones, no naciones- de España, ha contribuido a ahondar en las diferencias entre ellas y a luchar ferozmente por prosperar a costa de las demás. Soy español: nací en una región, me eduqué en otra y me he instalado en una tercera y todas ellas son mi casa, mi patria (¡qué miedo produce la palabra!). Pero el que no ha salido nunca del terruño, termina creyendo que es el mejor, que él también es mejor que los demás y que tiene que reivindicarlo en eterna disputa con el vecino. Recuerde el anuncio de lavavajillas con la disputa entre Villa Arriba y Villa Abajo por quién limpiaba mejor los platos o la paellera. Es decir, que desembocamos en el egoísmo, algo que ha nacido ahora, pero que estamos exacerbando. Y los políticos así hacen por arañar un puñado de votos.”[1]

Este punto es muy importante para entender los conflictos entre grupos de personas, y eso es aplicable en Colombia, con el problema de la polarización creada a partir del acuerdo de paz en la Habana con las Farc, y las dos orillas políticas que se han formado en torno a Uribe y Santos.

Si mentalmente cada colombiano escoge una orilla con relación al conflicto armado, y además una posición política a favor de Santos o a favor de Uribe, lo que va ocurrir es un fraccionamiento de la sociedad que va a generar un fuerte conflicto, como el que ocurrió en los tiempos de la violencia entre liberales y conservadores. Como explicó el historiador José Manuel Roldán, si una persona logra eliminar las fronteras de las regiones, pasando de una, conociendo a la otra e identificando que todas son parte de un todo, se podrá tomar una visión global de las cosas analizando pros y contras, reconociendo lo que está bien o está mal. La lucha en Colombia debe ser por la empatía, y unidad para seguir con lo bueno y corregir lo que está mal, desde una visión global, sin brechas y sin fronteras. Es claro que en el panorama político no hay unidad, y no se puede lograr una reconciliación entre dos personas como Santos y Uribe, pero lejos de problemas personales, ese conflicto puede generar otros problemas políticos, económicos y sociales, como los que está padeciendo actualmente Cataluña. En resumen lo que propongo es un ejercicio intelectual donde cada persona genere una empatía con otra que le contradiga, imaginándose primero que ambos se gritan desde una orilla diferente del río. Luego, atraviesen el río y véanse gritar desde la otra orilla. Por último, eliminen el río y entiendan que no hay frontera, ni obstáculo, que deben llegar a un acuerdo con esa persona que ahora ya está a su lado, y que lo que antes era una orilla, ahora hace parte de un todo.

El segundo punto que me llamó la atención, fue cuando el profesor Roldán acuñó el término oclocracia, para explicar el conflicto catalán, cuando le preguntaron: “Lo de la oligarquía manipulando a la masa suena un poco a Cataluña, ¿no?”

“Yo creo que el problema catalán hunde más bien sus raíces en el individualismo egoísta del payés cateto, que no piensa en un alto porcentaje de población que no comulga con sus decimonónicas ideas, invocando la democracia. Pero... ¿sabe una cosa? El término democracia, tanto aquí como en otros muchos contextos, ha sido envilecido y prostituido. Democracia es interesar al pueblo en política y hacerle participar en la gestión del Estado, pero hoy en realidad sólo se trata de unos individuos que intentan atraer a los votantes con promesas -en muchos casos, irrealizables- para que les voten cada cuatro años. Como dijo Aristóteles, esa democracia se acaba transformando en oclocracia, el gobierno de la muchedumbre dirigida por un demagogo.”

La oclocracia es una término interesante para explicar problemas como el de Venezuela, como el de Cataluña, incluso para explicar a Hitler en Alemania, Musolini en Italia, y Lenin en Rusia. Veamos un poco más a fondo el concepto de Oclocracia:

“Polibio llamó "oclocracia" al fruto de la acción demagógica: "Cuando esta [la democracia], a su vez, se mancha de ilegalidad y violencias, con el pasar del tiempo, se constituye la oclocracia" (Historias, VI, 4). Según su teoría de la anaciclosis —teoría cíclica de la sucesión de los sistemas políticos (a la que alude Maquiavelo)— la oclocracia se presenta como el peor de todos los sistemas políticos, el último estado de la degeneración del poder. Polibio describe un ciclo de seis fases que hace volcar la monarquía en la tiranía, a la que sigue la aristocracia que se degrada en oligarquía, luego de nuevo la democracia piensa remediar la oligarquía, pero zozobra, ya en la sexta fase, configurándose como oclocracia, donde no queda más que a esperar al hombre providencial que los reconduzca a la monarquía.

Según El contrato social de Jean-Jacques Rousseau, se define oclocracia como la degeneración de la democracia. El origen de esta degeneración es una desnaturalización de la voluntad general, que deja de ser general tan pronto como comienza a presentar vicios en sí misma, encarnando los intereses de algunos y no de la población en general, pudiendo tratarse ésta, en última instancia, de una "voluntad de todos" o "voluntad de la mayoría", pero no de una voluntad general.”[2]

Como vemos, la oclocracia es una desviación de la democracia que genera la imposición de la decisión de una mayoría manipulada por un interés de un grupo de personas. La legitimidad de las mayorías genera decisiones en contra de las leyes, la constitución y los derechos humanos, como por ejemplo: “acaben con las razas inferiores, que son la causa de nuestras desgracias”. Si las mayorías acogen esa idea, no es una decisión democrática, porque la participación política de los ciudadanos, entendida por Rousseau como la voluntad general, es respetuosa de los derechos y garantías fundamentales. La oclocracia en cambio, tiene otra forma de actuar:

“En el desarrollo de esta política, sólo se tiene en cuenta de una forma superficial y burda los reales intereses del país, dirigiéndose el objetivo de la conquista al mantenimiento de un poder personal o de grupo, mediante la acción demagógica en sus múltiples formas apelando a emociones irracionales mediante estrategias como la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables; etc. para ganar el apoyo popular, frecuentemente mediante el uso de la oratoria, la retórica y el control de la población. La apropiación de los medios de comunicación y de los medios de educación por parte de dichos sectores de poder son puntos clave para quien busca esta estructura de gobierno, a fin de utilizar la desinformación.”[3]

Para entender la forma como se produce y actúa la oclocracia, es necesario entender como funciona el cerebro humano, y como esto puede influir en el comportamiento politico. El cerebro humano se puede dividir en tres partes, el hemisferio derecho que controla la creatividad y la imaginación, el hemisferio izquierdo que es la parte analítica, y la parte posterior, que maneja los instintos y las emociones. Si a un ser humano le trasmiten un mensaje, el hemisferio izquierdo lo analiza, y el derecho proyecta un imaginario al futuro. Si ese imaginario es bueno, la parte instintiva del cerebro, se va a relajar y la reacción será positiva, pero si el imaginario es malo, la parte instintiva reaccionará negando, huyendo o peleando.

Por esta razón, los políticos hacen promesas favorables para generar una reacción favorable de las personas hacia sus propuestas. El problema de esas promesas es la posibilidad real de realizarlas, y ese es un análisis que debe hacer el hemisferio izquierdo del cerebro. Cuando el análisis es negativo, el hemisferio derecho proyecta una visión futura negativa, y hace que reaccionemos negativamente. Ese sería el proceso normal, pero en el campo de la política, el engaño y la corrupción le juegan malas pasadas a nuestros cerebros, por ejemplo,  si un político le ha ofrecido al votante un puesto público, un contrato o un trabajo, el análisis normal del cerebro no funciona, solo analiza el beneficio que va a recibir, proyecta su bienestar, y el cerebro reacciona bien, a una propuesta política indecente. Cuando la propuesta política es una demagogia o un artificio, el cerebro puede ser engañado en su parte analítica y proyectar una falsa realidad, que es secundada por el instinto que se relaja sintiendo una sensación de tranquilidad y felicidad, basada en una mentira.

Así lo expresó el profesor Roldán al referirse al populismo político:

“Del Senado se desgajaron individuos que por afán de poder interesaron al pueblo en una política que Cicerón calificó de "populista". ¿En qué consistía? En aristócratas que manipulaban y atraían al pueblo con cantos de sirena en muchos casos impracticables. Con repartos de tierras, trigo o dinero. No voy a decir que repartiendo bolígrafos porque no había, pero con cualquier método de corrupción.”[4]

Ello suena mucho a: “Lo único que hicimos fue hacer que los colombianos acudieran indignados a las urnas.” Precisamente, el gran problema de las decisiones políticas irracionales tiene que ver con la manipulación y la corrupción, es decir, o el engaño o el amaño.  Precisamente el profesor Roldán señaló, que a la democracia la contaminan dos cosas:

“… habría que tener muy presentes los dos grandes peligros que abocan a la destrucción de la democracia: la mediocridad de los dirigentes y, desgraciadamente, la corrupción, tan antigua como la propia Humanidad. Me temo que corremos el riesgo de derivar hacia ese gobierno de la multitud, manipulada por unos dirigentes con intenciones espúreas, en una especie de preámbulo a la tiranía o la dictadura.”[5]

Para cerrar la reflexión, es necesario hacer un llamado a la unidad, y a la conciencia, para no caer en caminos autodestructivos. Pensar en Colombia como un todo que se puede componer.




[1] EL MUNDO DE ESPAÑA. "El problema catalán viene del egoísmo de los payeses catetos" Los intelectuales y España. José Manuel Roldán. Entrevista. En la siguiente página Web: http://www.elmundo.es/opinion/2017/12/02/5a21a336ca4741e4128b45ee.html consultada el 6 de Diciembre de 2017.
[2] WIKIPEDIA. Enciclopedia virtual. En la siguiente página web: https://es.wikipedia.org/wiki/Oclocracia consultada el 6 de diciembre de 2017.
[3] Ob. Cit.
[4] EL MUNDO DE ESPAÑA. Ob. Cit.
[5] Ob. Cit. 

2 comentarios:

  1. Sesudo y real análisis, falta mucho para las elecciones y para mí la izquierda en este país tiene poca opción, entre otras cosas, por ser tan desunida

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  2. CONTROL CONSTITUCIONAL Y DEMOCRACIA

    tenemos una concepción garantista (Kelsen) que propone un mecanismo de control del poder político al interior de un sistema democrático con base en un sistema de pesos y contrapesos que evite excesos de poder, particularmente se busca defender a las minorías. La función de garantía o de “defensa” de la Constitución tiene que estar encaminada, por lo tanto, a la protección de los derechos de las minorías, ante todo del derecho a no padecer la tiranía de la mayoría.

    Del lado opuesto, encontramos la concepción plebiscitaria (Schmitt) que asume que el defensor de la Constitución corresponde a un jefe que es elegido directamente por el pueblo y, por ello, es considerado como el verdadero representante y garante de la unidad nacional: un órgano monocrático y unipersonal capaz de expresar la “voluntad general” de ese pueblo y de “guiarlo” políticamente. La figura del “defensor de la Constitución” tiende a coincidir, así, con la del “dictador” que, distinguiendo entre el amigo y el enemigo, “salva” mediante su acción y su fuerza al pueblo frente a sus contrarios.
    El pensamiento schmittiano nulifica la posibilidad de distinguir entre el mero hecho concreto, la imposición de la fuerza y la racionalidad y previsibilidad con que necesariamente debe contar el derecho. Cualquier imposición de facto puede convertirse en derecho, anulando así uno de los principios fundamentales de la convivencia social: la necesidad de reglas jurídicas ciertas, claras y predefinidas que regulen la vida colectiva.

    -JESÚS CARRILLO MOVILLA
    200107419

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